Mi Dios hereje

Mi Dios hereje de Miguel de Unamuno Aunque ellos me maldigan qué me importa si me bendices Tú, mi Dios hereje; tu santa diestra mi destino teje y Tú me enseñas que la vida es corta y muy larga la muerte. Me conforta Tu silencio mandándome no ceje que lanzar a este viento que nos mece mi voz que a inquietarse les exhorta. Mientras de mí, Señor, Tú no recabes que aquel nuestro secreto al fin divulgue yo de ellos no me quejo, ya lo sabes, y encuentro natural se me excomulgue; muy justo es que la Iglesia con las llaves del Pescador rascándose se espulgue.

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