Escenas de corral
Escenas de corral de Hans Christian Andersen Una ánade llegó de un rincón de Portugal, según algunos historiadores, y del mediodía de España, según otros; pero esto importa muy poco; lo que conviene saber es que la llamaban la Portuguesa; puso huevos y después la mataron y la metieron en el asador; tal fue el curso de su existencia. Los patos machos y hembras que de estos huevos salieron, y más tarde sus hijuelos, fueron llamados también portugueses; esto constituía su nobleza. Al cabo de algunos años, no quedó de toda la raza más que una ánade; habitaba un corral en el que moraban también gallinas y un gallo que se paseaba con jactancia. «Me atolondra con sus agudos gritos, -se dijo un día el ánade-, pero me agrada por sus hermosas plumas; aunque no sea de la familia de los patos, no puedo menos de confesar que es muy buen mozo. Debería, empero, moderar la robustez de su voz; es un arte que solo la buena educación enseña; aquí tan solo los pájaros canoros...
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