La estatua, metáfora viviente
El escultor Pigmalión se acogió al celibato para dedicarse enteramente a su arte. Afrodita, ofendida ante esta actitud, hizo que el artista se enamorara de una estatua suya de marfil. Los lamentos del infortunado ablandaron pronto a la diosa, que dio vida a la estatua y Pigmalión se casó con ella. El hijo que tuvieron fundó Pafos, ciudad dedicada al amor. Este mito ilustra muy bien el rango que ocupaba la estatua en la jerarquía de los géneros esculpidos. El cuerpo desnudo o vestido, estático o en tensión, ataviado con sencillez o espléndidamente aderezado, representa todas las seducciones táctiles de la vida: carne y espíritu. La estatua se convierte en el símbolo de la existencia, dedicada a la contemplación, a la meditación y al placer. El bajo relieve representa una victoria o narra una batalla; la estatua ecuestre expone la imagen moral del héroe. Del Auriga de Delfos al Pensador de Rodin y de la Venus Calípiga a la Gran danzarina de Degas, los símbolos surgen...
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