Algunas críticas a la doctrina

El utilitarismo se ve abocado a aceptar una sociedad de alienados satisfechos

A pesar de los aspectos positivos que se han mencionado en el apartado anterior, la doctrina utilitarista ha sido objeto de serias críticas. Se ha dicho, por ejemplo, que aceptar el utilitarismo nos abocaría a aceptar como buena una sociedad en la que las personas son felices porque se contentan con su suerte y aceptan su destino; una sociedad donde la socialización haya llegado a unos extremos que no deje a los seres humanos la más mínima posibilidad de autonomía ni de rebeldía. Decía Fromm (2001: 259) al tratar de la ética socialmente inmanente que «el grupo debe tender a moldear la estructura del carácter de sus miembros en tal forma que ellos quieran hacer lo que deban hacer bajo las circunstancias existentes». Pues bien, si ese moldeado ha sido óptimo, podemos encontrarnos con la sociedad que describe Huxley en Un mundo feliz, en la que los seres humanos no sienten como una necesidad la autonomía o la intimidad. Uno de los personajes de la obra expone la idea que comentamos de manera precisa: «Y éste […] es el secreto de la felicidad y la virtud: amar lo que uno tiene que hacer. Todo condicionamiento tiende a esto: a lograr que la gente ame su inevitable destino social» (Huxley, 1987: 27). Según los críticos, un utilitarista se vería obligado a apoyar una sociedad así, en la que todos son igualmente felices, porque no tienen capacidad para no serlo.

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