CAPÍTULO 5. La corte leonesa
I. Los integrantes de la Curia regia Los miembros de la curia regia eran los individuos que estaban más próximos al rey y le asesoraban en las funciones de gobierno. El vocablo curia tiene un origen navarro y se empleó por primera vez en tierras leonesas durante el reinado de Fernando I.[6] Este es el término más utilizado en la documentación leonesa, pero también se detecta un porcentaje ínfimo del uso de la expresión Aula regia,[7] heredera de la designación asturleonesa. Desde época astur, los reyes habían contado con un grupo restringido de laicos y eclesiásticos que les asesoraban en las funciones de gobierno. Este pequeño círculo de personas constituía la curia regia, integrada por los magnates más próximos al monarca, aquellos a los que había distinguido con el título condal por su fidelidad y buen servicio. Eran ellos los elegidos como sus consejeros. No hay que olvidar que, además de los grandes representantes del poder laico, en la curia regia se integraban los magnates de la Iglesia: obispos, y, en ocasiones, los abades de los principales monasterios. Unos y otros formaban un importante y poderoso brazo político del reino. Todos estos hombres, pertenecientes a las parentelas aristocráticas más relevantes, disfrutaban de la privanza regia. Pero los personajes más destacados, que aparecen en primer lugar en las confirmaciones, son los miembros de la familia real; es decir, el rey, la reina y sus hijos; especialmente el heredero. Una de las principales funciones de la nobleza, y su razón de ser, era el auxilium y consilium del monarca. Formar parte del consejo del rey constituía un gran privilegio y garantizaba un importante ascenso social para el propio individuo, que participaba de manera directa en las instituciones de gobierno del reino, y para su familia. A pesar de que los miembros de la curia asesoraban al rey y de que las decisiones eran tomadas in consensu,[8] el monarca era el responsable último que poseía una autoridad conferida por gracia divina. Era él mismo quien elegía a sus asesores —rex domnus Fernandus elegit honestos et sapientes uiros qui hoc laudarent—,[9] que debían tener importantes cualidades, como honestidad, prudencia y sabiduría, para aconsejarle en las funciones de gobierno. En numerosos diplomas regios leoneses se señala que las decisiones eran tomadas bajo la autoridad de este grupo magnaticio, con expresiones como: per auctoritatem regalem et principum terre huius qui ante nos fuerunt,[10] o mea auctoritate et uirorum nobilium qui mecum erat.[11] Incluso se observa que ciertos asuntos eran deliberados previamente por el consejo de nobles y, después, eran presentados al monarca para que ratificara las decisiones de sus consejeros —fauentibus comitibus, baronibus regiae curie obtimatibus et uniuerso concilio legionensi assensum prebente (…) In presentis scripti pagina regia auctoritate nostra confirmamus.[12] En otras ocasiones, eran los propios dignatarios quienes solicitaban la intervención regia en un determinado asunto político, o concerniente a sus cuestiones personales o familiares. Son numerosos los ejemplos en los que un magnate, a título personal, ruega al rey para que done determinados bienes a sus parientes y allegados —como Ponce de Cabrera, que en 1149 logró que el emperador donara a su hija, Sancha, y su yerno, Vela Gutiérrez, la heredad de Nogales—[13] o a instituciones religiosas con las que mantenían estrechas relaciones[14] —como la donación efectuada al monasterio de Moraime a rogatu dilecti mei comiti Gomiz—.[15] En otros casos, todos los miembros de la curia piden la intervención del monarca en los asuntos del reino —numerosas disposiciones regias son tomadas de rogatu et consilio procerum curie mee— o interceden para que efectúe una copiosa donación a un fiel servidor —pro multo bono servitio quod mihi fecisti et rogatu curie mee que me instater pro te rogauit.[16] A pesar del consenso y la deliberación de todos los miembros de la curia en la toma de decisiones, era el rey quien tenía la última palabra, puesto que era él quien había recibido la gracia divina para dirigir los designios de su reino. Sin embargo, jamás los monarcas eran los responsables de las decisiones erróneas y perjudiciales, que siempre fueron atribuidas a los malos consejeros. La cronística, que en numerosas ocasiones alaba la labor de los asesores regios, los responsabiliza continuamente de los errores políticos.[17] A pesar de los esfuerzos de numerosos investigadores por conocer el funcionamiento interno de la curia, poco se sabe de las funciones que desempeñaban cada uno de los nobles que acompañaban al rey en sus constantes traslados. Se desconoce si cada uno de ellos tenía el mismo acceso al monarca y la misma participación en la deliberación y toma de decisiones. No obstante, el orden de las firmas en las confirmaciones de los diplomas reales parece transmitir una clara jerarquía interna en la curia: encabezada por los miembros de la familia regia, seguida por el mayordomo, el alférez, los condes y tenentes del reino, además de otros nobles que, aunque no ocupaban cargos políticos destacados, estaban presentes en la curia. La familia real Los miembros de la familia real acompañaban de manera casi constante al monarca en sus desplazamientos por el reino y participaban en la toma de decisiones. Sin duda el rey era el centro neurálgico de la sociedad medieval, pues la política del reino dependía de su voluntad. A pesar de ello, sus parientes, principalmente la reina, los infantes y, en ocasiones, sus hermanos, ocupaban un papel destacado en la corte regia y constituían distintos núcleos de poder en los que se alineaban sus principales partidarios. No nos ocuparemos en este trabajo en definir la figura y las atribuciones del monarca, puesto que han sido suficientemente investigadas por los estudiosos que nos han precedido; pero sí queremos fijar nuestra atención en los otros personajes que, en ocasiones, han pasado desapercibidos, pero que, a nuestro juicio, son importantes porque desempeñaron una destacada función política, que aparece ensombrecida en la documentación. Nos referimos a los hijos de los reyes y a las reinas que tuvieron gran autoridad e influencia política. Las mujeres del rey en la corte Durante los siglos plenomedievales se estaban desarrollando simultáneamente dos complejos procesos de transformación de las estructuras políticas y familiares, en las que las mujeres eran la piedra angular de las estrategias parentelares. Esta circunstancia les confirió un gran poder en el ámbito privado que, en el caso de las mujeres de la alta nobleza y la realeza, tenía gran repercusión en la esfera pública.[18] Al mismo tiempo se estaban gestando nuevos modos de relación a través de mecanismos de pacificación, y la mujer encontró el sustrato perfecto para desarrollar su capacidad de mediación e influencia en la voluntad de los hombres, que le rodeaban y que detentaban el poder político. En un tiempo en el que la frontera entre lo público y lo privado no estaba nítidamente establecida, la mujer alcanzó un gran poder ejercido desde el ámbito privado, pero con una gran repercusión en el público. El mayor exponente de este comportamiento se detecta en el caso de las mujeres que estuvieron al lado de los reyes.
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