A lo largo del siglo XIX se sentaron las bases de la biología moderna con los trabajos de científicos de la talla de Charles Darwin y Gregor Mendel y sus aportaciones a las teorías de la evolución y leyes de la herencia genética, o Luis Pasteur y Robert Knoch, que pusieron los pilares para el desarrollo de la microbiología. Y en este caldo de cultivo los comienzos del siglo XX nos trajeron al físico británico William Lawrence Bragg, quien descubrió que los rayos X podían usarse para estudiar la estructura molecular de sustancias cristalinas, lo que le hizo ganador del Premio Nobel de Física en 1915, hecho trascendental para el camino que llevó a la aparición de la biología molecular estructural.
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