El encanto irresistible de la fábrica de sueños
La España gris de posguerra pasaba hambre en muchos sentidos, no sólo el fisiológico. Alejados de las disputas comerciales y la corrupción generalizada alrededor de la importación y explotación del cine norteamericano, los españoles acudían al cine en busca de la dosis semanal de entretenimiento y escapismo que Hollywood garantizaba.[1] El hambre de cine era tal que, pese a un leve repunte en el precio de las entradas, la elevada afluencia del público siguió siendo constante, al igual que los cuantiosos ingresos que el espectáculo reportaba para empresarios y recaudadores. Sólo en 1947, las estimaciones cifraban en setecientos millones de pesetas anuales los ingresos en taquilla, de los cuales más de una cuarta parte fueron a parar a las diversas administraciones por vía impositiva. Esas mismas estimaciones calculaban en cinco millones de personas la afluencia semanal a las salas, lo que suponía un total de doscientos sesenta millones de espectadores durante un...
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