El navegante
El navegante de Juan Arolas Apartado de ti surco los mares, ¡oh cándida mujer! Triste víctima he sido en tus altares, ¿y mía no has de ser? ¡Qué terrible en sus tétricos horrores se muestra el mar, mi bien! Pues yo temo más que sus rigores, tu enfado o tu desdén. El bramido de recios vendavales no me intimida a mí; no temo todo el peso de los males; tu olvido, hermosa, sí. Tú, sobre leves plumas reclinada no sientes aflicción; sostiene mi cabeza acalorada la dura tablazón. Si de volverte a ver tengo el consuelo, te juro, por mi fe, que tú serás mis glorias y mi cielo, y al mar no volveré. Si Dios me da que pueda coronarte la sien de albo jazmín, y un ósculo tomar al despertarte del labio de carmín; que en cambio de una lágrima muy pura me des tus alegrías, y cubras con un velo de ventura mis noches y mis días, jamás será que fíe en la bonanza del mar y sus arenas, ni cuelgue el sutil lienzo de esperanza de débiles antenas. Poesías de Juan...
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