Golpe doble: 2
none Pág. 2 de 3 Golpe doble Vicente Blasco Ibáñez Le escuchó el viejo con los ojos fijos en el grueso cigarro que liaban sus manos temblorosas cubiertas de caspa. Hacía bien en no querer soltar el dinero. Que robasen en la carretera, como los hombres, cara a cara, exponiendo la piel. Setenta años tenía; pero podrían irle con cartitas. Vamos a ver: ¿Tenía agallas para defender lo suyo? La firme tranquilidad del viejo contagiaba a Sento, que se sentía capaz de todo para defender el pan de sus hijos. El viejo, con tanta solemnidad como si fuese una reliquia, sacó de detrás de la puerta la joya de la casa: una escopeta de pistón que parecía un trabuco, y cuya culata apolillada acarició devotamente. La cargaría él , que entendía mejor a aquel amigo. Las temblorosas manos se rejuvenecían. ¡Allá va la pólvora! Todo un puñado. De una cuerda de esparto sacaba los tacos. Ahora, una ración de postas, cinco o seis; a granel los perdigones zorreros,...
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