Grito de gloria : 37
Grito de gloria : 37 de Eduardo Acevedo Díaz Cuando caía el sol al día siguiente en medio de una atmósfera de ámbar y rosa confundidos, un pequeño grupo de personas mustias y calladas salía de las casas y se dirigía a lento pago hacia el estrecho valle que el bosque del Santa Lucía orillaba con sus frondas. Componíase el grupo, de cinco hombres y dos mujeres. Cuatro de ellos llevaban a pulso un cajón, algo como un féretro cubierto por un paño negro clavado en la madera a trechos. En la tapa de estas andas veíanse esparcidas ramitas verdes y flores silvestres apiñadas, sin orden, cual si sobre ella hubiese volcado al azar uno de sus búcaros la primavera. Los gajos del aromo y del laurel agreste se entremezclaban con la yedra y los claveles del aire. Algunas violetas aparecían aquí y allá entre los vivos matices, como arrojadas por un soplo de angustia. La fosa se había abierto junto...
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