La Divina Comedia: El Paraíso: Canto XXVII
La Divina Comedia
El Paraíso: Canto XXVII
de Dante Alighieri
Al Padre, al Hijo, al Espíritu Santo,
comenzó, ¡Gloria!, todo el paraíso,
tanto que me embriagaba el dulce canto.
Lo que yo veía era como una sonrisa
del universo; porque mi ebriedad
entraba por el oído y por la vista.
¡Oh gloria! ¡Oh inefable alegría!
¡Oh vida íntegra de amor y de paz!
¡Oh sin envidia segura riqueza!
Ante mis ojos las cuatro hachas
ardían, y aquella que primero vino
comenzó a ponerse más vivaz,
y tal en su apariencia devino,
que se diría Jove, si él y Marte
fueran aves y trocaran plumas.
La providencia que aquí comparte
carga y oficio, en el beato coro
impuesto había silencio en todas partes,
cuando oí: Si me cambio de color,
no te maravilles, porque, diciéndolo yo,
verás cambiar de color a todos estos.
Aquel que en tierra usurpa el puesto mío,
mi puesto, mi puesto, vacante
en la presencia del Hijo de Dios,
ha hecho de mi cementerio una cloaca
de sangre y pestilencia;...
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