La Divina Comedia: El Purgatorio: Canto XXVI
La Divina Comedia
El Purgatorio: Canto XXVI
de Dante Alighieri
Mientras que así por la orla, uno tras otro,
marchábamos, y, asiduo, el buen maestro
decía: Cuidado, atiende que yo te adiestro;
heríame el hombro diestro el Sol,
que ya, irradiando, a todo occidente
mudaba a blanco aspecto de celeste;
y yo con la sombra mas rojiza hacía
verse la llama; por donde a tanto indicio
vi muchas sombras, andando, fijarse.
Tal fue la razón que dio inicio
a que de mi hablaran; y comenzaron
a decirse: Este no parece cuerpo ficticio;
luego, vueltos a mi cuanto podían ponerse,
lo confirmaron, siempre cuidando
de no salirse a donde no fueran ardidos.
¡Oh tú que vas, no por más tardo,
mas quizás reverente, detrás de los otros,
respóndeme a mí que en sed y fuego ardo!
No sólo a mi tu respuesta es necesaria;
que todos éstos tienen de ella más sed
que de agua fría el Indio o el Etíope.
Dime ¿cómo es que tu cuerpo es pared
del Sol como si todavía no hubieses
de la muerte...
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