Movimiento obrero

Historia

Antes de la Revolución Industrial ya habían existido reivindicaciones por parte de los trabajadores, si bien éstas habían sido esporádicas y desorganizadas; el afianzamiento del modo de producción capitalista (logrado por la burguesía merced al cambio introducido por la máquina de vapor) forzó el paso de un modo de producción artesanal a otro de producción industrializada, lo cual tuvo como consecuencia la creación de una nueva clase social (proletariado), integrada por quienes no poseían ningún medio de producción (campesinos pobres, mujeres, niños, soldadesca, desocupados, etc.) y por quienes lo habían perdido durante el proceso de industrialización, por ej., los artesanos. Al contar sólo con su fuerza de trabajo (única posesión que podían vender), sus reivindicaciones se dirigieron, en un principio, contra la existencia de la maquinaria, y más tarde tendieron a la exigencia del derecho de asociación y a la reducción de jornada laboral. Al tiempo que se desarrollaban y afianzaban los pilares del capitalismo (individualismo, liberalismo económico y democracia burguesa), surgieron nuevas ideas y propuestas que se oponían a éstos, planteadas por los llamados socialistas utópicos, los cuales tuvieron una desigual incidencia en el movimiento obrero; para Owen, Blanqui, Fourier, el movimiento cartista, etc., el progreso de la sociedad únicamente podía tener lugar a través del socialismo, de ahí que se les considere precursores de Marx, Engels, Bakunin, etc., que establecieron teorías para la consecución del mismo fin, aún mucho más elaboradas. La revolución burguesa de 1848-1849 en Francia (en cuya víspera se publicó el Manifiesto comunista de K. Marx) extendida a toda Europa, tuvo como consecuencia la aparición de las primeras ideas sociales y de las incipientes luchas obreras, de las que surgieron cooperativas, sindicatos y demás organizaciones con mayor fuerza y consolidación; asimismo se produjeron los contactos iniciales para su unificación, que cristalización en la fundación de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), llamada también I Internacional (1864-1872). En el conjunto internacional del movimiento obrero son referencias obligadas los hechos acaecidos en París (1871), sitiado por los prusianos, que condujeron a la creación de la Comuna; las jornadas de Chicago (EE UU) en la lucha por lograr la jornada de 8 horas (1886); la constitución, en el Reino Unido, de las Trade Unions, y la creación, en Francia, de la Confederación General de Trabajadores (CGT) en 1895. Entretanto (1876), se había disuelto la I Internacional, y constituido la II (1889), que se benefició del incremento numérico del proletariado industrial, a causa del triunfo de las revoluciones políticas liberales de 1848, que contribuyeron al afianzamiento de las burguesías industriales, las cuales lograron imponer, sobre todo en Alemania, Francia y Reino Unido, el desarrollo fabril. La II Internacional entró en crisis a causa de la postura de los socialistas europeos de justificar y apoyar de manera activa la participación en la I Guerra Mundial; en las postrimerías de ésta se produjo un hito en el movimiento obrero mundial; la Revolución Rusa (1917), una de cuyas proyecciones a nivel internacional fue promover la esperanza en determinados ámbitos (y el miedo en otros) de una inminente revolución europea, al principio, y mundial después. Dos años más tarde se constituyó en Moscú la III Internacional, y tras la muerte de Lenin, las diferencias entre Stalin y Trotski condujeron a la fundación, por este último, de la IV Internacional (1938), lo cual patentizó la división existente en el seno del movimiento obrero comunista internacional. La llegada de los fascismos europeos, y la consecuente represión de comunistas, anarquistas, socialdemócratas, etc., condujeron a la creación de los frentes populares (sobre todo en España y Francia) para combatirlos. Asimismo, el movimiento obrero, apoyado en los incipientes nacionalismos, se extendió por Oriente. Finalizada la II Guerra Mundial, resurgieron con fuerza las organizaciones obreras de tendencia comunista, encuadradas en el ámbito político (como partidos comunistas) y en el sindical. Al ser apartados estos partidos de la posibilidad de acceder al poder político en los gobiernos de los Estados participantes en la guerra, los sindicatos se convirtieron en meros seguidores de las políticas económicas estabilizadoras de los respectivos gobiernos. Hasta los hechos de mayo de 1968 no se produjo un nuevo auge del movimiento obrero (sobre todo en Europa y EE UU), cuando, al margen de los sindicatos (y en muchos casos, incluso en contra), se realizaron una serie de acciones (ocupaciones de fábricas, luchas callejeras, etc.) que pusieron en peligro el sistema social establecido. Posteriormente, a causa de las crisis económicas de los años setenta y ochenta y de la nueva situación del mercado del trabajo en los años noventa, los sindicatos y los partidos políticos obreristas tendieron a llevar a cabo una política de pactos, tanto sociales como políticos.

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