Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido

Introducción

En 1982 (Ley 52/1982 de 13 de julio) se aumentaron sus dimensiones a 15.608 ha, añadiéndose a la superficie incluida en el parque el circo de Pineta, el cañón de Aníselo, las gargantas de Escuaín y el macizo de Monte Perdido; a partir de entonces cambió su denominación por la de Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido y quedó reclasificado y adecuado a la Ley de Espacios Protegidos. La superficie del macizo montañoso y de los cuatro valles que de él derivan, surcados, el de Ordesa por el río Arazas, el de Añisclo por el Bellos, el de Escuaín por el Yaga y el de Pineta por el Cinca, pertenece actualmente a seis munn. (Broto, Torla, Fanlo, Puértolas, Tella-Sin y Bielsa), sumándose, como parte de estos munn., una Zona Periférica de Protección de 19.670 ha en las que se permiten el uso y aprovechamientos tradicionales para salvaguardar los valores del parque y, además, una Zona de Influencia correspondiente al resto de la extensión de tales térmm. municipales. Colindante con el Parque Nacional de los Pirineos –que comprende los valles de Aure, Luz-Gavarnie, Cauterets, Azun, Ossau y Aspe, y que fue creado por Decreto del Gobierno francés el 23-III-1967–, el conjunto del parque oséense más las 10.505 ha que suman los circos, correspondientes al lado francés, de Gavarnie, Troumouse y Estaubé (clasificados como lugar provilegiado, site classé, por Decreto gubernativo del 26-XII-1941) fueron proclamados por la Unesco en 1997 Patrimonio de la Humanidad. Único parque fronterizo franco-español, en cuya vertiente N. se encuentran tres de los mayores circos del Pirineo –los tres citados–, mientras que en su vertiente S. se yergue su punto culminante, el Monte Perdido (3.355 m de alt.), en el macizo de las Tres Sorores, siendo dos de los valles que surgen de él, el de Añisclo y el de Escuaín, dos largos y estrechos cañones, de los más profundos de Europa, el conjunto contemplado en la declaración de la Unesco constituye un área singular que, junto a la belleza paisajística y natural, pone de manifiesto un modo de vida ganadero y agrícola particular, extendido antiguamente por muchas de las regiones montañosas de Europa y que todavía se refleja en sus pueblos, pastos y pistas de alta montaña.

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