Vida Las disposiciones testamentarias de su padre otorgaron a Elvira y Urraca el señorío sobre todos los monasterios del reino, con la condición de que se mantuvieran siempre célibes. Ya entonces mostró una especial predilección por su hermano pequeño, Alfonso, con quien, según fuentes juglarescas e hispanoárabes, mantuvo relaciones incestuosas. Lo cierto es que Alfonso, al acceder al trono de León (1065), le cedió el gobierno de la ciudad de Zamora, que Urraca ejerció con el título de reina. Apoyó también a Alfonso en la guerra que le enfrentó a su hermano Sancho II de Castilla, por quien siempre, al parecer, había manifestado un cierto desprecio. Cuando éste lo derrotó en Golpejera (provincia de León, enero de 1072) y lo hizo prisionero, Urraca intercedió por su liberación, que consiguió a cambio de la promesa de que se exiliaría en la corte de Yahya ibn Ismail al-Mamun de Toledo, como así hizo. Poco después, Sancho II decidió poner sitio a Zamora, donde Urraca estaba reuniendo a la nobleza leonesa fiel a Alfonso. Tras varios meses de sitio, tuvo lugar el episodio que más tarde fue recogido en el Cantar de Sancho II de Castilla, el más largo de los relatos que aparecen en la Crónica najerense —posteriormente también consignado en la Primera Crónica General y en la Crónica particular del Cid—, según el cual un caballero zamorano, Vellido Adolfo o Dolfos, abandonó la ciudad cercada, instigado por la propia Urraca, y tras aparentar su defección, asesinó a Sancho II con una lanza (6-VI1-1072), con lo que logró levantar el sitio tras la retirada de las tropas castellanas. Erigido Alfonso rey de León y Castilla, fue aconsejado por su hermana en las labores de gobierno durante algunos años. Urraca impulsó la reconstrucción de la basílica románica de San Isidoro de León (1090-1095) y persuadió, posiblemente, a Alfonso de que encarcelara a su hermano García e incorporara a su patrimonio el reino de Galicia, como así hizo en 1073. Poco tiempo después decidió retirarse a un convento leonés, donde residió hasta su muerte.