Coliseo de Roma

También llamado Anfiteatro Flavio. Anfiteatro de la ciudad de Roma (Italia), realizado por encargo de los emperadores de la dinastía Flavia. Fue inaugurado en el año 80 d.C., durante el período de la Roma imperial.

Coliseo de Roma
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TipoAnfiteatro
UbicaciónI Distrito municipal de Roma (Italia)
Construcción72-80 d. C.
Inauguración80 d. C.
DeclaraciónPatrimonio de la Humanidad
Código91
Dimensiones187,75 × 155,60 m

Introducción

El anfiteatro Flavio —fue conocido como Coliseo a partir de la Edad Media debido a su proximidad con una colosal estatua de Nerón, modificada en sucesivas ocasiones por sus sucesores— debe su denominación original a los emperadores de la dinastía Flavia (69 a 96 d.C.): Vespasiano, Tito y Domiciano, gracias a los cuales se comenzó y se terminó.


«Mientras permanezca en pie el Coliseo, permanecerá Roma; cuando caiga el Coliseo, caerá Roma y se acabará el mundo.»


Esta famosa profecía del monje británico san Beda, 'el Venerable' pone de manifiesto la significación que para Roma tuvo el anfiteatro Flavio, o Coliseo, nombre éste que alude a sus grandiosas proporciones.

Características generales

Está situado en un valle entre las colinas Palatino, Esquilino y Celio, en una zona que anteriormente formaba parte de la inmensa Domus Áurea de Nerón, la residencia oficial de aquel emperador. Para construir este gran edificio, destinado al espectáculo de gladiadores, se emplearon más de 100.000 m3 de toba triburtina y fue el prototipo de otros muchos anfiteatros. Sus dimensiones son de 187,75 × 155,60 m al exterior exterior y 79,35 × 49 m de arena. Su construcción fue iniciada por Vespasiano hacia el año 70 d.C., lo inauguró Tito en el 80 y se terminó en tiempos de Domiciano, pocos años después. La grandiosidad del monumento es fiel reflejo del esplendor y poderío de Roma en la época de los Flavios, a cuya familia pertenecían estos emperadores.

La construcción inicial, de tres plantas, tenía capacidad para más de cincuenta mil espectadores, la cual se elevó hasta casi noventa mil, dos siglos más tarde, cuando los emperadores Alejandro Severo y Gordiano I añadieron una cuarta planta.

El Coliseo se construyó en mármol, piedra travertina, ladrillo y la mencionada toba triburtina. Su planta es elíptica, casi circular, y los ejes miden aproximadamente 190 × 155 m; la altura alcanzó casi los 60 m. La fachada exterior estaba compuesta por arcadas sobre pilares decoradas, según cada piso, con semicolumnas adosadas en los tres órdenes clásicos superpuestos —dórico, jónico y corintio—, cuyos detalles todavía se pueden apreciar, con áticos de poca altura intercalados entre los órdenes. La planta baja tiene ochenta arcos, detrás de cuyos pilares se encuentran otros dos anillos. El ático fue añadido en época de Tito y Domiciano.

Sección por la cavea del Coliseo de Roma.

La parte superior presentaba un muro cerrado con ventanas y pilastras, también de orden corintio, con un ático de gran altura como coronamiento. Por encima de este muro pueden verse todavía unas ménsulas, labradas al estilo del llamado “cuarto orden”, que se utilizaban para colocar los mástiles que sostenían el velarium, una gran cubierta o toldo de lona destinado a resguardar del sol a los espectadores.

Los asientos eran de mármol y la cavea, o graderío, aparecía dividida en tres partes correspondientes a las distintas clases sociales: el podium, para las clases altas, las maeniana o gradas, para la clase media; y los portici o pórticos, para la plebe y las mujeres. La tribuna imperial o pulvinar estaba situada en el podium y se encontraba flanqueada por los asientos reservados a senadores y magistrados. Las escaleras, muros y galerías radiales del interior, a pesar de ser grandiosos, sólo nos permiten hacernos una idea de lo que debía ser la cavea, cuyas graderías se calcula que podrían albergar 73.000 personas. En los escalones que aún se conservan hay restos de inscripciones que indican a qué clase estaban reservados.

El pórtico de coronamiento de la gradería, con sus columnatas de cipollino y de granito gris, desplegaba todo el boato que caracteriza a las grandes empresas de la dinastía de los Flavios. Relieves de mármol y de estuco abundaban en la cavea y en la infinidad de logias y galerías.

La arena del Coliseo era el escenario de grandiosos, y con frecuencia crueles, espectáculos, como luchas de gladiadores o fieras. Se sostenía por un tablado desmontable, bajo el cual se pueden observar los subterráneos en los que, durante las representaciones, estaban las celdas de los animales y de los diversos elementos escenográficos, así como todos los cubículos y galerías necesarios para los servicios del anfiteatro. Una galería subterránea unía el Coliseo con el Lundos magnus, cuartel principal y lugar de entrenamiento de los gladiadores

Martires cristianos en el Coliseo.
El Coliseo de Roma.

De todo ello, lo que queda en el interior es una enorme carcasa, y sólo por fuera, donde las novedades eran de tono menor, tenemos el perímetro de la enorme elipse de más de medio kilómetro de envergadura y gran parte de su fachada curva original.

La cavea

El amplio graderío interior estaba diferenciado en gradus, pisos reservados para las diferentes clases sociales:

  • En el podium, el primero de ellos, se sentaban los romanos más ilustres: los senadores, magistrados, sacerdotes y quizá las vestales. En ambos extremos del eje menor había sendos palcos: la tribuna imperial (pulvinar), y otra reservada para el magistrado que en ocasiones presidía los juegos. Dado que este piso era el más próximo a las fieras, había una red metálica de protección y arqueros apostados regularmente.
  • El maenianum primum, para los aristócratas que no pertenecían al Senado.
  • El maenianum secundum, dividido en el imum para los ciudadanos ricos y el summum para los pobres.
  • En lo más alto estaba el maenianum summum in ligneis, hecho de madera, probablemente sin asientos y reservado para mujeres pobres.

Además, algunos órdenes sociales, como los tribunos, sacerdotes o la milicia, tenían sectores reservados. El acceso desde los pasillos internos hasta las gradas se producía a través de los vomitoria (vomitorios), llamados así porque permitían salir una enorme cantidad de gente en poco tiempo. Estaba tan bien diseñado que los 50.000 espectadores podían ser evacuados en un poco más que cinco minutos.

Recorrido histórico posterior

Este edificio permaneció como principal sede de los espectáculos romanos hasta los tiempos del emperador Honorio, en el siglo V. A principios de esa centuria fue dañado por un terremoto, y se restauró en época de Valentiniano III. A mediados del siglo XIII, la familia Frangipani lo transformó en fortaleza. Abandonado más tarde, sufrió un constante saqueo durante los siglos XV y XVI para aprovechar los materiales nobles de su fábrica.

El Coliseo de Roma, iluminado al anochecer. Ninguna imagen evoca con tal fuerza los fastos de la Roma imperial como el inmenso anfiteatro del Coliseo de Roma, en el que se celebraban los juegos.

La tradición aseguraba que el Coliseo había sido el escenario en que tuvieron lugar los primeros martirios de los cristianos, y por ello, en el siglo XVII, el papa Benedicto XIV lo consagró a la Pasión de Cristo y lo declaró lugar sagrado. Los trabajos de consolidación y restauración parcial del ruinoso monumento fueron realizados sobre todo por los pontífices Gregorio XVI y Pío IX, en el siglo XIX.

El conjunto formado por el Coliseo y el vecino Arco de Trajano, junto con las ruinas de los foros imperiales, es uno de los panoramas más impresionantes y evocadores de la antigua Roma imperial, que a lo largo de los siglos ha cautivado a multitud de artistas y viajeros, como el francés Camille Corot y el italiano Giambattista Piranesi.

El Coliseo de Roma ha sido objeto modernamente de varias medidas de protección y restauración. Una de ellas es la restauración del hipogeo del Coliseo, cuyos obras duraron un total de 781 días y representaron más de 55.700 horas de trabajo, con lo que se devolvió su antiguo esplendor a una superficie total de quince mil metros cuadrados del antiguo anfiteatro Flavio. En la actualidad, está siendo objeto de un ambicioso plan de restauración utilizando materiales “ultra tecnológicos y verdes”.

Uno de los proyectos más destacados es la construcción de un piso retráctil de alta tecnología sobre el área central en ruinas, que permitirá a los visitantes ver el anfiteatro antiguo desde el nivel del suelo, desde la arena, a partir de 2023. El proyecto está siendo financiado por Diego Della Valle, propietario de Tod’s, una empresa de calzado y bolsos de lujo. El nuevo piso también permitirá que las cámaras subterráneas, donde los gladiadores y fieras esperaban su ascenso a la arena, estén adecuadamente ventiladas por primera vez. Una empresa de ingeniería de Milán ganó la licitación gracias a su visión del proyecto, basado en el uso de listones de madera giratorios. El proyecto es muy ambicioso y ayudará a conservar y salvaguardar mejor las estructuras arqueológicas del edificio.


La inauguración, 9.000 fieras y luchas a muerte

Muerto ya Vespasiano, diez años más tarde inauguró el anfiteatro su hijo y sucesor Tito. Los Juegos que se celebraron estuvieron a la altura de las expectativas. Dión Casio nos habla de las diversas celebraciones que tuvieron lugar en la recién estrenada arena, y más en concreto, nos describe la cacería de más de 9.000 fieras salvajes, uno de los espectáculos más populares en aquella época.

Otra de las historias que nos han llegado de aquel acontecimiento único es la de Vero, un gladiador de Mesia, que luchó a muerte contra su amigo Prisco; por lo visto, a pesar de su amistad la lucha fue espantosa, ambos luchadores hicieron gala de fuerza y destreza con las armas. Cuando uno avanzaba, el otro resistía en su lugar, y cuando este devolvía los golpes, el otro los rechazaba firmemente con el escudo. Los 50.000 espectadores nunca habían visto nada igual. Parecía como si dos reencarnaciones de Hércules se enfrentaran en la nueva arena de Roma, dejando sin respiración al César, a los senadores y al pueblo por igual.

El final fue del todo insospechado, y de hecho no volvió a repetirse jamás, tal como relato el poeta Marco Valerio Marcial:


«Como Prisco y Vero alargasen el combate, y el valor de ambos fuese el mismo durante largo rato, se pidió repetidamente y a grandes voces gracia para los hombres, pero el mismo César obedeció su ley: la ley era acudir al dedo tras dejar el escudo. Les entregó una y otra vez platos y regalos, lo que se permitía. Se halló, sin embargo, un final de combate igualado: lucharon iguales, cayeron iguales. César envió a ambos la palma y la vara de honor: el valor ingenioso ofreció esta recompensa. Bajo ningún otro príncipe, César, sucedió esto: que al luchar los dos, uno y otro fuesen vencedores.»

Marco Valerio Marcial (Sobre los espectáculos, 29)


Viendo el César la entrega de ambos, y habiendo alargado la lucha hasta la extenuación, no tuvo más remedio que declarar a ambos vencedores, lo que sin duda debió ser un digno colofón a la inauguración del mayor anfiteatro del Imperio.



Enlace Mienciclo

Patrimonio de la Humanidad: Centro Histórico de Roma, los bienes de la Santa Sede beneficiarios del derecho de extraterritorialidad situados en la ciudad y San Pablo Extramuros

Bibliografía

• María José MUÑOZ JIMÉNEZ. “El Coliseo”. En Obras de Grecia y Roma / coord. por Mercedes Montero Montero, Juan Luis Arcaz Pozo, 2001, ISBN 978-84-8138-470-3, págs. 13-32.
• Azucena BALOIRA VILLAR. “El Coliseo: el Anfiteatro Flavio”. En XXVII Ruta Cicloturística del Románico-Internacional: [del 1 de febrero al 21 de junio 2009] / José Antonio Rodríguez Mouriño (dir.), 2009, ISBN 978-84-935918-1-6, págs. 132-138.
El Coliseo: ocio y política: el mayor espectáculo de Roma. National Geographic, 2006.
• Antonio SÁNCHEZ-BARRIGA FERNÁNDEZ. “El Colosseo Romano o Anfiteatro Flavio:: reaparece de la sombra”. En Restauración & rehabilitación, ISSN 1134-4571, Nº 45, 2000, págs. 38-49.


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