Como ocurre en la mayoría de los demás países europeos, las fuentes no se conocen bien, mas puede considerarse que son, por un lado, fuentes religiosas (canto llano), y por otro, fuentes profanas (canciones populares). Existía entre los francos una liturgia galicana, pero Carlomagno unificó la cuestión imponiendo en todas partes el canto romano de Gregorio I Magno. Los tropos y secuencias se extendieron en el s. XI gracias a las abadías de Jumiéges y Saint-Martial de Limoges. Respecto a la música profana de los galos, no se sabe nada: los primeros testimonios históricos subsistentes datan asimismo del s. XI, canciones de trovadores y troveros, cantares de gesta que reflejaban las costumbres de la sociedad feudal y caballeresca.
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