El realismo cinematográfico no es una novedad en la pantalla, y durante los años treinta del siglo pasado su retrato social fue tomando simultáneamente dos direcciones paralelas: el conflicto de las reivindicaciones sociales, y la pintura del drama de los bajos fondos. Tan antecesores del neorrealismo pueden considerarse Jean Renoir con Toni (1935) como John Ford con Las uvas de la ira (1940).
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