... , y, con gusto de entrambos, les desenclavijó las manos, que el uno en el collar del sayo del uno, y el otro en la garganta del otro, bien asidas tenían; pero no por esto cesaban los cuadrilleros ...
... cada día. Así, aunque ahora muriera, no podría decir que no he vivido; que el sayo, al parecer nuevo por fuera, conozco que por dentro ha envejecido. Ha envejecido, sí, ¡pese a mi estrella ...
... . Íbasea mis pajas y trastornábalas, y a mí con ellas, pensando que se iba para mí y seenvolvía en mis pajas o en mi sayo, porque le decían que de noche acaecía aestos animales, buscando calor, irse ...
... deje dormir y no me apriete en lo del azotarme; que me hará hacer juramento de no tocarme jamás al pelo del sayo, no que al de mis carnes.-¡Oh alma endurecida ¡Oh escudero sin piedad ¡Oh pan mal ...
... tiempos unos, ni están los hombres siempre de un buen humor. Estoy yo ahora reventando de pena por ver mi sayo verde roto, y vienen a pedirme que me azote de mi voluntad, estando ella tan ajena dello ...
Cómo Lázaro se asentó con un buldero, y de las cosas que con él pasó. Tratado quinto& 160;06Pág. 06 de 08El Lazarillo de TormesAnónimoEn el quinto por mi ventura di, que fue un buldero, el más ...
... el café, donde estarán Milagro, Centurión y demás hambrones, ladrando de envidia y cortándote cada sayo que dará miedo. Pero tú no hagas caso, que lo que es Milagro, si le dieran lo que a ti te dan ...
En el quinto por mi ventura di, que fue un buldero, el más desenvuelto ydesvengonzado y el mayor echador dellas que jamás yo vi ni ver espero ni piensoque nadie vio; porque tenía y buscaba modos y ...
... Lerma gracias a su capelo de cardenal, cae también el presidente Acevedo y otros muchos personajes. Pero el sayo de la venganza cogió en medio al duque de Osuna, que fue detenido el Miércoles Santo ...
... recaudo, ahorré para me vestir muy honradamente de la ropa vieja,de la cual compré un jubón de fustán viejo y un sayo raído de manga tranzada ypuerta, y una capa que había sido frisada, y una espada ...
... hombre en el mundo; dígolo como quien lo guindó. Subió en el asno sin poner pie en el estribo; veníale el sayo vaquero que parecía haberse hecho para él, y como tenía aquella presencia, nadie le veía ...
... aquella encrucijada se me aparecía Estévanez y me secuestraba...? Apreté a correr, diciendo para mi sayo: «Ahí te quedas, Nicolás amigo. Me escapo como Figueras... hacia el ideal». Cuando íbamos ...
... ceremonias, algunos jefes usaban en torno a las caderas una especie de cinto ancho o sayo, confeccionado con plumas de colores, tejidas o de algodón con huesecillos y escamas de pescado. Las mujeres ...
... rodillas en el suelo. Mandó el duque que se la quitasen, y le volviesen su caperuza, y le pusiesen el sayo, y le quitasen la ropa de las llamas. Suplicó Sancho al duque que le dejasen la ropa y mitra ...
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